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TitirETAros



ETA mola. Bueno, seguramente a las víctimas no les mole mucho, lo más probable es que nada de nada. Pero ETA mola. Si no molase, o habría que decir, si no les gustara tanto a algunos, no estaría con ella en la boca todo el día, cuando la organización terrorista más famosa al sur de los Pirineos decidió colgar las armas (que no abandonarlas) hace ya unos cuantos años. ETA es ese chico/a del instituto que dices que no te gusta porque es un gilipollas pero siempre le estás trayendo a la conversación. Necesitas que alguien te diga: “eh, te gusta”. Pues al gobierno (este, aquel, el otro) a los medios (todos) y los ideólogos de este país están profundamente enamorados de ETA. En caso contario no se explica la excitación que les produce cuando algo nos les cuadra que inmediatamente se les cuelguen el San Benito de etarras. Algo más profundo, tal vez edípico, les corroe cuando meten preso a cualquiera por enaltecimiento del terrorismo. ¿Es un grito de “dejad que los etarras se acerquen a mí”? A día de hoy, resulta que nos han salido tres titiriteros de la ETA. ¡Toma ya! y yo que creía que lo había visto todo.

ETA mola porque era un buen hombre del saco. ¿Sabéis de esa nostalgia tonta de “no fuiste a la EGB sino…”? Pues yo tengo un buen recuerdo, no fuisteis a la EGB si no teníais un mapa de España anticuado en el que la gente había borrado de V de Vasco de tal modo que rezaba “País Asco”. Eso era parte de la educación. En cierto modo ETA era un peligro profundo: los “años de plomo” fueron terribles. Murió mucha gente y los ataques se hacían sin miramientos. Se querían ver reflejados en el IRA, pero, en realidad siempre fueron más íberos que celtas: les faltó coraje y les sobró las estratagemas para hacerse con el control interno de la banda. Afortunadamente para los demás, claro. Mataban, y lo hicieron hasta el último día: esto sirvió de coartada para que cuando la intensidad de ETA bajó hasta casi desaparecer a mediados de los 90 (diría que tras el atentado a Aznar) todos los días los telediarios abrían con ETA, el PNV o el nacionalismo de algún tipo. Ahora pasa con lo los catalanes, pero en fin, en algo se tienen que entretener los medios. Todos sabemos que hubo una fractura en ETA tras lo de Miguel Ángel Blanco y casi casi un aproximamiento entre los partidos políticos para un pacto en contra de la banda; una especie de pacto total y definitivo. Nunca me lo creí del todo: no se me olvidará ese momento cuando José Sacristán subió a leer un comunicado en un acto multitudinario de repulsa a ETA por lo de Blanco, con gente de izquierda y derecha, y muchos gritaron enloquecidos “¡rojo!”.

¿Pero se creen ustedes que por estar el asunto todo el día en televisión nos enteramos de algo? No, por supuesto que no. Ni sentíamos simpatía por los Guardias Civiles –se les consideraba automáticamente represores –ni por los etarras. Aparte de saber que estos querían independizarse no entendíamos su dinámica de acción, lo que hubiese sido muy útil para desarmar su maquinaria. Pero claro, acabar con ETA, tal vez, hubiese sido que te dejase de gustar esa personita tan especial. Además ¿de qué íbamos a hablar si todo iba bien? Luego llegó la Yihad a España y otros países vinieron a decirnos a nosotros cómo atajar el problema del terrorismo y, atentos que esta es buena, cómo debíamos sentir miedo ante el terrorismo. Un país que pasó más de cuarenta años con el terrorismo (técnicamente no acabó, pero en fin…) y otros cuarenta de dictadura más una guerra civil, ¿necesitaba que le explicasen qué era eso del terror? Señores,  a “Qu'est-ce le danger?” la respuesta es “Le danger est ça”: ya sabemos lo que es el terror, eran ustedes los que no lo sabían. Pues, y este es el giro de la historia, los medios compraron el producto y supieron bien vender el terror mientras decían que debíamos plantar cara al terror: Ferreras, qué grande tu aparición en París.

Pero volvamos a ETA, porque ETA mola. El hombre del saco, el cipotegato, chupacabra de nuestra cultura contemporánea. Si algo no te gusta es muy adecuado colgarle la etiqueta de etarra. Le recomiendo encarecidamente que lo haga: ya me he librado de un par de vecinos gracias a eso. Porque, ojo, de ETA no se habla, del problema vasco no se habla, de los años de silencio (por supuesto) no se habla, como no se habla de la guerra civil, de nuestros problemas para una construcción plurinacional y otras tantas cosas. Por una parte, porque los españoles nos quejamos mucho, pero no sabemos dialogar y nos encanta dictar. Por otra, porque es mejor que ETA sea un fantasma, una etiqueta, el demonio, el terror, antes de que lo desmontemos y veamos lo que era: unos jóvenes perdidos que luchaban una guerra absurda por algo que no iban a conseguir. Este relato es el del etarra arrepentido; y no es una excusa, casa bastante con la idea de veinteañeros asesinos con una idea muy clara: que la pistola puede más que la pluma. Error. Si la pluma la sostiene un Franco recién levantado de la siesta mientras firma sentencias de muerte, no vale un carajo. Y lo sabes. Lo peor de todo es que debo justificar este relato por si acaso estoy haciendo enaltecimiento del terrorismo, mientras que si un liberal cita a Hannah Arendt en el caso de Eichmann entienden que el mal no existe como tal sino que forma parte de una cotidianidad aburrida e insulsa (burocrática) en la que nadie se hace responsable de nada. Aunque a Arendt le cayó la del pulpo cuando dijo lo de que Eichmann era “banal”. Por eso ETA mola, porque ya no es una organización, es un concepto, una idea, una etiqueta perfecta.

¿Algún día volverán a matar? Quién sabe. El IRA, que ha desaparecido oficialmente hace años, siguió atentando mucho después de deponer las armas y que el Sinn Fein entrase en las instituciones de Irlanda del Norte. Ya no era el IRA porque se llamaba, atentos, el IRA auténtico. Aquí tenemos a la Falange Auténtica, así que en todos sitios cuecen habas, por si ya se sentía que España es diferente. Pero como las ideas matan con independencia de su existencia (en términos ontológicos), ETA mola mucho, porque sirve para desprestigiar a todos los que no te gustan. Actores, ETA. La PAH, ETA. Los profesores de escuela, ETA. Llegó un día el despropósito hasta tal punto de que ETA era ETA. Terrible, pero que teclear “Google” en Google.

No recuerdo exactamente con qué gobierno se endureció el delito de terrorismo y el de enaltecimiento de ETA. No hace mucho, pero no quiero cargarle el muerto al PP, porque creo que viene de antes. Sin embargo, sí que las leyes anti-terroristas actuales del PP favorecen considerablemente un estado de alerta permanente contra cualquier muestra de simpatía, crítica o desprecio hacia el terrorismo. Este blog lo lee poca gente, pero me sentiría muy ofendido si el CNI no investigase mis conexiones con Venezuela, Irán o el País Vasco: así están las cosas. Repito, si no te gusta alguien llámalo ETA. La viruela es ETA y la carne del Mercadona es, claramente, ETA.

Joder, ETA mola tanto que con la excusa de ser políticamente correcto un gobierno de izquierda y progresista es capaz de meter en el talego sin fianza (atentos, repito para los del gallinero: sin fianza) a un grupo de titiriteros de Granada, de la CNT para más señas, el sindicato anarquista con más solera de este país, por si alguien nació ayer. Titiriteros auténticos y no eso que se da cuando la derecha mediática desprecia a los actores y les degrada llamándoles titiriteros, ese arte menor.

La historia se sigue bien aquí, aunque tal y como lo cubrió Eldiario.es dirigido al click-bait las anteriores entradas sobre el asunto eran de auténtica vergüenza. Este artículo está mejor, al menos se entiende la cosa. Atentos, porque si esto pasa en Irán o en Venezuela la que se monta es tremenda (si pasa en Arabia Saudí no, claro que son de los buenos).

El ayuntamiento contrata a Títeres desde abajo para que hagan su show dentro de la programación de los Carnavales 2016. Ahí debió fallar la comunicación porque ni Títeres desde abajo advirtió que, bueno, tal vez su contenido no era exactamente para niños, ni el Ayto. se percató que la historia de la bruja antisistema les iba a traer problemas. Aunque esto no son problemas, no, esto es una shitstorm de las gordas. Los padres que asisten al show se quedan perplejos ante una bruja antisistema (por decir algo sobre la bruja) que se ve envuelta en problemas con el capital, la iglesia y la policía. Este último punto es el que ha traído más cola: la policía utiliza una pancarta de Gora-Eta para acusar de manera injustificada a la bruja, apelando al miedo español por ETA y la ley antiterrorista. Irónicamente, a los titiriteros se les detiene porque fomentaron el terrorismo. Insisto: sin fianza y aislados.

En un país medio decente, si detectas que la obra es de mal gusto para tus niños o no quieres que la vean, te vas y luego lo denuncias en plan, “esto no tenía que haber ido aquí”. El Ayuntamiento lo estudia y si ve que se han equivocado pues el año que viene, discretamente, no los vuelves a contratar. Esto es censura encubierta, sí, de acuerdo, pero tiene sentido que no quieras pagar a alguien que te va a dar un servicio que no quieres. Pero esto no podía ser así, claro: en la época del flameo de las redes sociales había que destruir a esos pobres diablos anarquistas. Tertulias, periódicos y ayuntamiento coinciden en condenar (¿perdón?) el asunto apelando a que la libertad de expresión tiene sus límites. Y, como es buena costumbre en España llevamos el debate a lo metafísico (los principios de la Libertad) en lugar a algo más pragmático u ontológico: es una obra de teatro y esos señores son titiriteros, ¿cómo cojones los vas a meter en la cárcel sin fianza por una representación mientras un maltratador permanece en libertad hasta que se celebre el juicio entre tres o cuatro años después de la denuncia?

A lo mejor no se han enterado bien porque están viendo las ramas y no ven el bosque, pero lo repito. Titiriteros, obra de títeres, terrorismo, cárcel sin fianza. Algo no funciona. Si piensa que esto se sigue, hágaselo mirar, porque sino tenemos mañana tenemos a los GEOS entrando a saco en las obras de Pinter por violencia machista, en Hamlet por asesinato, en Mayorga por pedófilo,  o en Beckett…. Bueno en Beckett porque no sabe de qué trata la obra y el teatro tiene que ser clarito clarito, ¡¿qué tonterías son estás?!

Aislados y sin fianza. Y lo han permitido todos.

España sí es un teatro de títeres. El bueno de Valle-Inclán, ese que decía que estrenaba sus obras en primavera porque es cuando mejor se está en la cárcel y que desde hoy muchos van a tener que seguir si ejemplo, vino a decir que España era una especie de espejo deformado de sí mismo. La realidad de nuestro país solo se podía comprender si a los héroes clásicos los miramos desde arriba, haciéndolos pequeñitos aunque ellos se piensen muy grandes. Ese paseo tan famoso por El Callejón del Gato de Madrid. Creo que ahora no pensaría eso, solo llegamos a un triste teatro de títeres.

Lo que sigue no sucedió pero podría haber pasado así. Ante las cosas que están viendo uno padres llaman al Ayuntamiento, otros a la policía: “oigan, en mi obra de títeres (que espero que la menos pagasen para poder quejarse con más énfasis) mis niños están viendo cosas muy chungas, y hacen apología de ETA”. Nada, tranquilos, dispositivo policial. Los titiriteros siguen a lo suyo: “No veo al policía, ¿dónde estáraaaaa?” Y los niños señalando fuera de la escena al comando que se acerca rodeando la caseta del títeres: los chalecos tácticos brillantes, las ametralladoras pulidas, los escudos antibalas… lanzan la granada cegadora y reducen a los tres anarquistas de la CNT. Los padres respiran aliviados, la sociedad está más segura, ETA siempre paga. Podemos volver a preocuparnos de Cataluña o de que no hay Gobierno.

Me da más miedo una sociedad incapaz de diferenciar presencia de representación, de cita de mención o de ironía de lo que no lo es, que el fantasma de ETA. Ese sí que es un muñequito de trapo del que ya no vemos los hilos.



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