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El informe de la minoria


Hace un par de días no podía dormir, como suele pasarme. En lugar de dedicarme a pensar en las cosas de mi vida y sobre cómo escapar del paro, que son las que importan, me dio por evadirme con un puzzle sobre lo causal y la película Minority Report. De eso que pensé decidí hacer una entrada larga y medio sesuda (el medio seso es mi limite).

En cada área del conocimiento suele haber pantanos terribles, peores que el de Vetusta Morla. La filosofía y la psicología encuentran el suyo en múltiples barrios del lenguaje, siendo el de la causación uno de ellos. Cuando comencé la tesis con la que me doctoré no sabía dónde me estaba metiendo al decantarme no solo por la causación, sino por la contrafactualidad. Si la primera es ambigua, compleja e inabarcable, los contrafactuales habitan la niebla de la incertidumbre; los contrafactuales son el infierno. Para colmo el explanans de la causación en la filosofía y en la psicología aborda problemas diferentes. Por un lado, la filosofía busca explicar la existencia (o no) de un fenómeno que estaría detrás de que dos eventos (o más) de la realidad siempre sucedan de la misma manera dada unas condiciones –esto es, si A sucede entonces B sucede, y siempre en el mismo orden, i.e., causalmente; Al teórico fenómeno se le llama causación. Por otro lado, la psicología busca principalmente patrones por los cuales ordenamos la realidad y sus fenómenos en regularidades; se le llama a esto razonamiento causal. Si la filosofía aspira a una verdad universal en la que la subjetividad esté ausente, la psicología atiende a la fenomenología particular, pese a que su objetivo final sea describir los patrones del pensamiento.

La causación es un fenómeno que se resiste al reduccionismo. Yo caí en la trampa de ser poco acertado en afinar mi camino entre ambas, motivo por el cual creo que la investigación fue acabada de forma algo ratonera y encuentro cierta incomprensión cuando trato de malesplicarme, pero esa es otra historia que me incumbe a mí y mis inseguridades. Para aquello que aquí se va a contar, me referiré a la causación desde la perspectiva filosófica; cuando de un rodeo por la psicología lo haré saber.

Pese a que la causación es un fenómeno que se documenta con cierto rigor conceptual desde Platón y de forma más sistemática en Aristóteles, será Hume (en su Tratado de la Naturaleza Humana, sobre todo) el que dará un empujón importante a la idea de que los eventos del mundo se conectan entre sí, pese a que las conexiones sean imperceptibles. La causalidad es un fenómeno invisible, si es que existe; solo observamos los cambios: una bola de billar que al chocar con otra produce que la segunda se mueva; aunque la primera causa que la segunda se mueva, pero ahí no está la causalidad, es simplemente una asociación mental entre eventos que siempre se repiten igual pero nada garantiza que en un momento dado dejen de hacerlo.

Sea como fuere, los aportes de Hume sobre si podemos o no justificar nuestras intuiciones sobre la causación dejarán de ser abordados casi hasta la mitad del siglo xx. Como decía, la causación es un pantano terrible. Serán filósofos como Davidson –cuya intuición fue que los estados mentales son la causa de ciertas acciones –o Krypke –cuando afirma que en el caso de los nombres propios existe una relación causal entre nombre y referente –los que retomen la cuestión de la causación en general y la causalidad en particular. Sin embargo, algo parece que se presenta como inevitable: aunque la causación puede entenderse como un concepto metafísico, la causalidad está atada a lo empírico; solo la experiencia da cuenta de las conexiones y cualquier afirmación a priori deviene en tautología (o eso afirma Edgington sobre el a priori davidsoniano “la causa de e, causó e”. 2011:231).

Será Lewis en 1973 el que trate de encontrar una nueva explicación a la causación mediante la teoría de la dependencia contrafactual de la causalidad. Aunque su fin es buscar una justificación a las condiciones de verdad de los enunciados sobre la causación, su enfoque implica que la causalidad se puede explicar desde la contrafactualidad. Esto es:

«Un evento e depende contrafactualmente del evento c si y solo si (i) si c ha ocurrido, e habría ocurrido; y (ii) si c no hubiera ocurrido, e no habría ocurrido» (Counterfactuals, 1973).

Aunque las propuestas de Lewis tienen muchos defensores (James Woodward, Paul y Hall, Menzies, inter alia.) cualquiera que haya trabajado este problema encontró serias dificultades. Repito, la causación es un pantano terrible. Una de esas dificultades que Lewis solo supo achicar con un dedal mientras su barco hacía ciertas aguas (2004) era el de los casos de pre-emption. Sinceramente, no sé cómo se ha traducido esto, pero los llamaré casos de prevención, aunque creo que no es exactamente eso.

Antes de proponer un caso específico daré un pequeño salto hasta la psicología. Como mencioné, la psicología trata de encontrar los patrones mediante los cuales razonamos causalmente sobre los fenómenos del mundo. Con independencia de que causalidad y contrafactualidad se entrecrucen en la explicación de los fenómenos causales, parece que el razonamiento contrafactual (que no causal) tiene como función, entre otras, determinar cómo se puede evitar que un determinado resultado suceda. Por ejemplo, si pensamos que mis dolores de tripa son producto de mi excesiva gula vespertina trataré de no comer tanto la próxima vez, así evitaré mi problema –puede que la causa de mi dolor sea otra, como una enfermedad que desconozca, pero encuentro que una condición que permite que mi dolor se dé es que como demasiado. Cuando pensamos contrafactualmente, parece que el fin es evitar que algo que sucedió vuelva a suceder. En el caso de Lewis es bastante más complejo pues no depende de lo que realmente sucede en el mundo, sino de si podemos explicar la causación desde su ligazón con lo contrafactual, i.e. que en el caso de que c no se hubiese dado e no hubiese sucedido. Ahora el caso:

“Mario y Cobretti han decidido, cada uno por su cuenta, asesinar a John Axe. Da la tremenda casualidad de que Mario y Cobretti, que no se conocen y no planean colaborar en el asesinato, disparan con una diferencia de una fracción de segundo a la cabeza de John Axe desde lugares diferentes. John Axe muere.” La pregunta sería ¿cómo puede responder a esto la teoría de la dependencia contrafactual?

Existen mucha variables sobre este caso. La más peliaguda es la de sustituir una pistola por veneno, así dirimir al responsable resulta mucho más turbio (si esto es posible). Mantendré la idea de las dos pistolas, pese a que la versión del veneno sea más acertada.

El problema general del caso es que la dependencia contrafactual del evento cojea. Es este un caso de dos causas que producen un efecto. No se puede decir que “Si Mario no hubiese disparado, John Axe estaría vivo” pues Cobretti también disparó. Lo mismo con Cobretti. No hagáis trampas al solitario: no se puede decir “Si Mario y Cobretti no hubiesen disparado entonces…” pues aquí se trata de determinar si podemos explicar una causa desde lo contrafáctual. Mario y Cobretti son causas diferentes. Si valiese decir que “Mario y Cobretti…etc.” también podríamos decir que “si Mario y Cobretti no hubiesen nacido entonces…” Hay que pensar en abstracto sobre el caso concreto, aunque duela la cabeza, como decía Foster Wallance sobre las matemáticas, tan abstractas ellas. En conclusión, el evento se va a dar ya sea con uno o con otro, pero no podemos formular un enunciado contrafáctual que mantenga sus condiciones de verdad.

Si este caso se diese en la vida real, y Mario y Cobretti hubiesen sido detenidos, determinar quién es el responsable de la muerte tendría unas serias repercusiones sobre la condena. Hemos de suponer que Mario y Cobretti son personajes tremendamente honestos y transparentes pues reconocen la intención de matar a John Axe y que no conspiraron en el asesinato. Sus abogados no buscarán ninguna artimaña legal para exonerarlos: pondrán todo su empeño en saber quién lo mató realmente, puesto que es un honor para Mario y Cobretti acabar con John Axe. En el sistema español la dependencia contrafactual de un evento con respecto a sus causas tiene una menor importancia que otros sistemas anglosajones, como es el caso del estadounidense (Hart y Honoré trabajan sus estudios sobre contrafactuales desde esa perspectiva pues sucede que la jurisprudencia estadounidense tiene bastante en cuenta lo contrafactual; «Counterfactual dependence provides a pretty good prima facie test for causation» C. Hitchcock, 2011). Lo más probable es que se encontrase alguna solución más o menos satisfactoria –no sé si injusta –en una situación como esta en la que ambos mataron a Axe y ninguno le mató. Los detalles aquí importan menos. Mi preocupación se centra más en cómo prevenir el hecho sin hacer trampa.

Existen otros casos paradigmáticos sobre la prevención, como el de dos niños que tiran piedras simultáneamente a una ventana. Pero el del asesinato me parece más propio de la Navidad y, además, sirve para introducir la segunda parte de esta entrada.

Al principio dije que no podía dormir y que me puse a pensar sobre causalidad, contrafácticos y Minority Report, la película de 2002 de Steven Spielberg. En Minority Report una brigada de la policía (Precrimen) se dedicaba a detener criminales antes de que estos cometiesen el delito. Esto era posible porque tres pre-cognitivos predecían el futuro y la policía actuaba en consecuencia. A veces uno de los tres daba un informe desfavorable –por esto de la incertidumbre; a esto se le llama informe de la minoría. Si en el relato homónimo de Philip K. Dick era más importante el tema del informe desfavorable y los problemas de identidad, como en todo K. Dick, en la película de Spielberg, a parte de convertirlo en un thriller con bastantes referencias hacia Hitchcock (falsos culpables incluidos), una de las claves son las ideas de libertad (o libre albedrío) y el determinismo. El Jefe John Anderson descubre que va a asesinar a alguien en el futuro gracias a los precogs; dado que lo que menos desea es acabar en una especie de prisión en la que te congelan el cerebro, se da a la fuga e intenta averiguar quién es ese tipo al que va a matar, descubrir quién le tendió la trampa e impedirse que cometa el crimen.  La película está muy bien, así que prefiero dejarles el resto por si aún no la vieron.

Hay un momento del film en el que Anderson discute con una especie de policía de asuntos internos un poco timorato llamado Danny Witwer. Éste último le cuestiona un tanto su metodología pues ¿cómo sabe que A va a hacer E si aún no lo ha hecho? ¿Cómo pueden detener a alguien bajo la perspectiva de algo que aún no sucedió? Entonces Anderson le muestra lo deterministas que son la causa y el efecto cuando no hay nada que lo impida: tira una bola por encima de una superficie para que ruede hasta el filo; cuando está cayendo al suelo Witwer la atrapa. Anderson le pregunta ¿por qué la ha cogido si no sabía si iba a caer contra el suelo, puesto que aún no había lo había tocado? ¿Cómo sabía que eso iba a suceder? Witwer, que no está muy convencido, concede que en determinadas circunstancias podemos predecir qué va a suceder e intervenir para modificar el futuro desenlace.  A fin de cuentas, sin esas regularidades poco o nada podríamos hacer para modificar nuestro entorno, pues nos basamos en explotar éstas regularidades. Pero Witwer se resiste a pensar así porque los seres humanos no somos como bolas que ruedan; las condiciones iniciales pueden ser tan complejas que el futuro está aún por escribir. ¿Esto es el libre albedrío? No lo sé, la verdad, pero al menos es muestra de lo impredecible de la agencia causal humana.

Un detalle más: cuando un asesinato es pasional, el tiempo en el que los precogs envían su informe les da una ventana de respuesta muy pequeña a los agentes para impedir el crimen.

Supongamos ahora que el asesinato de John Axe es pasional. Ni Mario ni Cobretti lo han planeado, ni se ponen de acuerdo, ni se conocen. Les da una ventolera y ambos le disparan de forma simultánea. ¿Qué demonios pueden hacer los Precrimen para impedir que muera Axe? y, supongamos que solo pueden detener a uno, ¿a cuál de ellos? Es más ¿dónde está el crimen?

De acuerdo, no es tan epatante como la aporía de la flecha en Zenón, pero la cosa es ciertamente desconcertante. Detengan a quién detengan Axe va a morir y si no intervienen también morirá; lo triste para la brigada Precrimen es que aquel a quién detienen nunca será el autor del crimen, puesto que se lo han impedido. En contra de lo que sucede con sus habituales intervenciones, el que le hayan detenido cambia el autor del crimen. La extravagante situación está en que intervenir supone determinar el crimen, mientras que permitir que las cosas sigan su curso es dejarlo en un cierto estado de indeterminación. Los Precrimen deberían darse por vencidos. En un caso así, conocer el futuro no ayuda. Su expresión de la libertad supone determinar quién pudo cometer el crimen, lo cual dado a lo que se dedican, es bastante irónico.

Esta situación –a la que me niego a llamar paradoja, puesto que no lo es –explícita cómo negar una de las consecuencias un tanto indeseables de la propuesta de Lewis; lo que se llamó sobredeterminación [overdetermination]. La metafísica de Lewis nos deja en un escenario en el que todo esta más allá del determinismo, puesto que podemos explicar la causación desde lo contrafactual. Si pensamos que la causalidad va antes que lo contrafactual –sea desde una posición de la filosofía o de psicología –esta aún nos podría dejar cierto espacio para la indeterminación. Las clausulas contrafactuales son un reaseguro sobre que todo lo que sucede podría ser predicho. Para ser un poco más justo con Lewis esta sobredeterminación viene dada porque si el contrafactual es verdadero significa que existe (y en Lewis "existe" es literal) un mundo posible similar al nuestro en donde se cumple aquello que se expresa en el enunciado –e.g. si digo que “De no ser por el ciervo el tren hubiese llegado a su hora” significa que existe un mundo posible en el que no hay un ciervo en la vía y el tren llega a su hora (Mandel, Hilton y Catellani, 2005). 

Los Precrimen tienen en su mano, gracias a conocer qué va a pasar, la libertad de decidir cómo va a pasar, reconduciendo los caminos, pero son incapaces de impedir el resultado.

Ahora que me saqué esto de la mente ya puedo volver al erial de mi cabeza desamueblada. 

Feliz 2015.

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