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La noche de la información maledicente

































De entre todas las cosas que en estos momentos oscuros están en crisis tres son fundamentales para la democracia: la justicia, la política y los medios de comunicación. Toca hablar de los últimos.

Decía Kermode que la palabra griega crisis tenía el significado de juicio o separación. El sentido moderno de la palabra sigue siendo el mismo, aunque el uso indiscriminado de la expresión quiere apuntar a que toda crisis es solo económica. Este lugar, el de la economía, es aquel en el que menos sentido tiene aplicar la idea de crisis, a no ser que lo que se esté poniendo en juicio sea el propio sistema económico, cosa que parece que es lo único sin importancia para los que controlan los grandes movimientos económicos –lo que hay que hacer son ajustes, ya se sabe que el sistema nunca se equivoca, tiene el mismo estatus de infalibilidad de un Papa (o de un papá, según).

Otros lugares carecen de tanta suerte como el de la economía. Si esta crisis está siendo tan importante para Europa es porque se percibe que estamos viviendo un momento de cambio, ahora sí, bajo los parámetros de juicio o separación. En los niveles más macro lo que está en juicio no es el sistema económico. Ahí la apuesta es más arriesgada, nos jugamos la democracia. Aunque el economista se disfrace de demócrata, economista se queda, y ellos sabrán cuándo van a entender la economía como una gestión de recursos finitos y no como traspaso de capitales desde los que tienen menos a los que más quieren; sea como sea, la economía no es la base de la democracia. La economía es indisociable de cualquier sociedad humana. Pero la economía responde a la ideología política que trata de gestionar los recursos públicos, es por esto que decimos que el capitalismo es el que está en juicio, porque es una forma ideológica de control de la economía. Lo que parece que atenta contra la democracia es el liberalismo económico salvaje en el que estamos metidos.

Tres pilares son fundamentales para la democracia, los políticos, la justicia y los medios de información. Estos tres son los que están en juicio y son los que deben posicionarse en esta crisis. De la justicia ya realicé un comentario. En resumen, no solo debe garantizarse la independencia de la justicia si no que ésta debe asegurar a aquellos y aquellas valientes que decidan luchar contra lo ilegitimo e ilegal de tantas prácticas y desmanes. Alguien solo es incapaz de enfrentarse al crimen organizado (i.e. los entramados políticos corruptos) sin el respaldo suficiente, para dar ese paso, denunciar y continuar después con su existencia. No me refiero al que trata de salvarse arrastrando a los demás, sino de aquellos que arriesgan su vida (su forma de vida) en el intento de denunciar el expolio y saqueo de un país, provincia, municipio o lugar de trabajo.

Los medios de comunicación son una pieza clave en la democracia. El voto se basa, idealmente, en  que el ciudadano se ha podido hacer un juicio adecuado sobre qué elección tomar dadas las propuestas que hay. En este sentido puede parecer a lo mismo que sucede cuando alguien pretende comprarse algo. Bueno, a lo mejor es tan simple como eso. Sea como fuere, los medios no están para sugerir qué votar, como si fueran agencias de publicidad, sino para que el ciudadano, cualquiera, adquiera unas herramientas críticas con las que elegir conforme a su criterio. No solo los medios deben proporcionar esas herramientas, se entiende que es durante la educación donde nos hacemos con ellas. Sin embargo, los medios de información son especialmente sensibles en ese sentido pues son los que nos ponen en contacto con aspectos de la realidad que para la mayoría de nosotros son infrecuentes, como los espacios de la (alta) política. Tal vez, no debería hablar de medios, sino de periodismo.

Resulta cuanto menos intolerable lo que ha sucedido en los grandes medios de la prensa escrita (el tótem de lo que es el periodismo). Nadie cuestiona la imposibilidad de una objetividad pura en el periodismo, para eso está la línea editorial, el gran problema que afrontan no es ese, sino el de convertirse en mártires de la propaganda. El País en su huida hacia adelante ya se ha inmolado unas cuantas veces, y le quedan aún otras cuantas. ABC tiene su público fiel que, seguro, no le importaría comprar El País. El Mundo se mantiene como los vendeperiódicos oficiales del régimen que mejor pague. La Razón sigue subvencionada por los grandes grupos económicos que apoya y continúa vendiendo su rollo de derecha muy liberal y muy católica (un combo muy español). Bueno, para se justos con el periódico de Marhuenda (que no es de Marhuenda) habría que añadir que este no es el único que vendió su alma a los grandes cárteles del capitalismo.

Si algo bueno trajo la crisis de los grandes periódicos fue la aparición de pequeños grupos de ronins que decidieron montar sus propios medios, como es el caso de Escobar con eldiario.es, La Información o El Confidencial. Tenemos ahí, de izquierda a derecha, un panorama alternativo y más inteligente que el que los periódicos están ofreciendo. Pequeños medios que dan pequeños beneficios pero que cuentan, en cierta medida, con libertad de acción para poder expresar su opinión y ofrecer información sobre lo que está sucediendo. Las crisis también tienen sus cosas buenas.

Lo que vivimos es duro y seguramente tengamos que acostumbrarnos a ello, pues parece que lo de ser ideario de los conglomerados capitalistas. Así la esquizofrenia de mensajes. Primero p y luego no-p. Haga uno y lo contrario, todo el mismo día, todo desde el mismo medio. Romero en sus primeras películas sobre zombis (la biblia del zombi moderno) apuntó sutilmente como pudo esparcirse la plaga zombi teniendo en cuenta la lentitud de los muertos vivientes. Una de estas pinceladas señala a la desinformación de los medios: quédese en casa para después (cuando ya hay demasiados zombis pululando) salgan a buscar refugio. Es cierto que lo que sucede, como la crisis, es más grande de lo que tal vez pueda gestionar un medio de comunicación, pero la necesidad autoimpuesta de rapidez de respuesta les lleva a dar mensajes contradictorios ante un fenómeno desconocido. Hay que cuidarse de los medios cuando detectas que no pueden dar una información veraz, cuando se intuyen en sus espaldas las marcas de la garras de aquellos que pagan sus trajes.

Con esta crisis ha sucedido: primero que se queden en sus casas, otros que salgan a las calles. Y así ha continuado el vaivén. Lo que el medio debería cuidarse es en decir sobre qué debemos hacer. Ellos están para decir qué sucede y, posteriormente valorarlo. Cuando se convierten en maquinarias de aleccionar, el periodismo es tan banal como las críticas que se limitan a decirte si debes o no de ir a ver una película. Son tan banales como Boyero.

Salga de casa a protestar o quédese en ella, pero tenga claro el criterio por el que lo hace. Para ello es fundamental que el periodismo aporte su grano de arena, y no que nos empape de ideología deglutida de algún partido político.


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