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Satellite of Love

Dentro de un par de días comienzo un curso de humanidades que se llama “La vida examinada”. Es un curso de introducción a la filosofía. Dadas mis circunstancias personales actuales, tengo escasas ganas y fuerzas de impartir el curso. Reconozco que dar clases tampoco es la cosa que más me guste, pero los cursos de filosofía tiendo a disfrutarlos. Se, además, que cuando ese curso y otros dos que tengo a mi cargo se acaben terminaré en el paro; eso no ayuda a motivar. Pero no es el fin de esta entrada. Lo que me asusta y preocupa del curso es la sincronía entre el título, mi propia experiencia personal actual y aquello a lo que he dedicado cinco años de mi vida, el pensamiento contrafactual.

Una de las características del pensamiento contrafactual es reflexionar de forma activa sobre nuestra experiencia vital para encontrar (atribuir) causas suficientes en cadenas de eventos y procesos. Esto nos permite creer que cierta condición de no haberse dado, el resultado hubiese resultado diferente. Cuando ejercitamos el pensamiento contrafactual, de hecho, examinamos la vida. Ordenamos los sucesos de nuestra vida (al menos una parte) y otorgamos sentido a aquellos eventos que nos pasaron dado el resultado y pensando aquello que pudo haber ocurrido. El pensamiento contrafactual es algo muy personal, pues las condiciones a las que nos referimos no siempre corresponden con las causas, sino con aquello en lo que pudimos intervenir para provocar o evitar el resultado. De este modo, que yo esté aquí escribiendo la entrada es causa de una cadena que se inició con el comienzo del universo; explica mi existencia, pero no qué me ha llevado a hacer la entrada. Si Lou Reed no hubiera muerto hoy, ciertos mecanismos emocionales hubieran permanecido inertes y seguramente esta entrada no existiría. Examinar la vida es, en sí, un ejercicio sobre lo actual y lo contrafactual. En esta mi vida examinada, el contrafactual que me gustaría generar es al alza –esto es, mejor del mundo en el que existo.

El fallecimiento de Lou Reed me ha transportado hasta una tarde de invierno hace muchos años. Tendría unos quince, dieciséis a lo más. Algunos recuerdos se mezclan, y no sé si ese día trataron de robarme en el tren que va de Getafe a Madrid o fue otro similar. Esto es corriente de conciencia, y es irrelevante. De vuelta traje conmigo un par de comics. Uno de ellos era de The Sandman, la obra magna de Neil Gaiman. Compré al azar y obtuve una historia de dos números autoconclusiva –difícil dada la serialidad de The Sandman. Era una revisión postmoderna del mito de Orfeo. “La canción de Orfeo” se llamaba. Mientras lo hojeaba me colé en la habitación de mi hermana y puse una de las cintas que algún amigo especial le había grabado –aquellos popurrís de canciones que te gustan y que te gustaría que a la persona que se las graba alucine con ellas; todo el mundo hemos usado algo así para ligar y el que no lo haya hecho es que debe vivir en un mundo paralelo. Además, es una forma de saber en qué terreno te mueves con la persona a la que tiras ficha, si le gusta puede que la cosa vaya bien. Puse la cinta, decía, y comencé la lectura. Entre las canciones había algunos grupos de los que quedé enamorado, recuerdo especialmente My name is Jonas de Weezer y Cementry Gates de The Smiths. A lo mejor os pudiera parecer un poco raro, pero aunque conocía The Smiths (Charming man, claro) esa canción me hizo cambiar todo aquello que pensaba sobre ellos. En la cara B, cuando ya releía la historia, sonó Satellite of Love, de Lou Reed. Cuando terminé la escucha, volví a ponerla. Después volví a hacerlo. Y así anduve con Cementry Gates, My name is Jonas y Satellite of Love durante varios meses una y otra vez.

La vida siguió, como era de esperar. Ese cómic tan especial y al que tenía cariño acabé por regalarlo. Obtuve un tomo recopilatorio en el que venía esa historia y me parecía innecesario conservarlo. Así que, como la cinta de música, decidí regalárselo a alguien que consideraba muy especial por muchos motivos. Tal vez demasiados y demasiado íntimos para contarlos. Algunos tenían que ver con expresar mi amor, pero no todas. Algunos años después esa persona será la que más feliz me ha hecho jamás.

Ahora Lou Reed ha muerto y tengo la sensación de que toda la historia que comienza con esa canción también ha muerto. Hay demasiadas sincronías que solo puedo detectar yo, pues forma parte de mi lapso vital. Que sea la canción de Orfeo tampoco es casual, por ejemplo, pero solo yo soy capaz de extraer su significado. Hoy tengo la sensación de que Lou me ha dejado huérfano; pero es algo peor, su música, como refugio, acaba de resignificarse y me desborda. Descansa en paz Lou, te lo has ganado. Dejas mucho más de lo que algunos vamos a poder dar a este mundo. Berlin o Transformer seguirán escuchándose después de que todos los que ahora vivimos dejemos de existir. Gracias por Heroine, Sweet Jane, Walking on the wild side, Sad Song, Perfect Day, tu paso por la Velvet, por Nico y These days. Gracias por darme un recuerdo y una forma de reconstruir mi vida desde la tuya. Gracias.


Y ahora, necesito unas vacaciones de mí.




1 comentario:

  1. Wow. Este me ha llegado a las entrañas. Y mira que a mí Lou Reed ni fu ni fa. Pero cuántas vidas equivalentes a una average life planetaria contemporánea no habrá vivido en la misma biografía el tío Lou, Alberto. Qué unida está la contrafactualidad en la vida examinada a la atlética tortura de la disonancia cognitiva y el FOMO ("fear of missing out") como dicen aquí, del zeitgeist neurotiquillo y narcistoide que nos ha tocao. El presente (ese palabro vacío que solo sirve para llegar siempre tarde a significar lo que nombra) como un ariete que va deshojando implacable margaritas de potencialidad y dejando a cada segundo infinitos cadáveres de bifurcaciones que ya nunca serán, al menos en nuestra vida vidta. Termodinámica épica e implacable eh? Puta memoria. Y al mismo tiempo... ya. Cabalgan las estrellas de rock como Lou y otros humanos similares con un pie en diferentes bifurcaciones, a lo Ben-Hur entre cuádrigas? Son vidas más intensas por más excesivas? Lacerará mucho menos su conciencia la nostalgia por haber podido entregarse en vida a una versión coca-ine light de Batailleitas infinitas? Brrrrr.

    abrazo torrezonodesde la manzana podrida

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