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Labor de zapa simbólica





Bob Roberts se presentó para las elecciones de 1992 en Pennsilvania, USA. Bob Roberts cogió el atuendo del jóven rebelde del folk y le dió la vuelta. Así es. Representa el desprecio de las instituciones por todo aquello que no está dentro de los parámetros del mercado. El neocon definitivo, cuya mayor aspiración es "ser rico" y "hacer dinero" (sic.). Lo irresistible de Roberts es que tiene el aspecto del yerno que toda madre quisiera tener, de esa asepsia e impolutez que es, en sí, sospechosa. De forma paradójica, esas suspicacias son aplastadas inmediatamente por aquellos que, ciegos de fe, adoran al nuevo líder, el redentor de la nación.










Movimientos como los del 15M en nuestro país sufrirán un proceso de socavamiento simbólico similar. De hecho ya se está produciendo. Los mecanismos del poder están perfectamente engrasados y saben cómo ser insidiosos, cómo crear conflicto. Lo hemos visto a lo largo del mes de agosto. Batalla que aún no acabo de entender quién ganó (si es que se pueden usar estos términos belicistas).


Al final eligen como gobernador de Pennsilvania al ciudadano Bob Roberts. Es lo que tiene la zapa simbólica cuando se usa adecuadamente, los cimientos de la credibilidad del rival se vienen abajo. Es por ello que toca resistir, pues la zapa simbólica no es exclusiva de los mecanismos del poder. Su credibilidad es tan vulnerable como la de cualquiera, simplemente su capacidad de aguante y contraréplica es mayor en términos cuantitativos. Lo cualitativo no tiene que ver necesariamente con la cantidad de recursos high degree de los que dispongas, afortunadamente para la ciudadanía, cuyos recursos siempre van a ser paupérrimos comparados con los del poderoso.

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